La sociedad tiene un déficit de naturaleza consolidado. Esto nos afecta a todos. Cuando vamos al campo nos relajamos, después de una caminata nos sentimos satisfechos, subir una montaña nos enorgullece, etc. Estos beneficios de la naturaleza, comprobados científicamente, son los que pretendemos compartir.
Grupos con personas en riesgo de exclusión social, problemas de comportamiento, personas con discapacidad, grupos de altas capacidades o cualquiera que necesite una jornada diferente puede ponerse en contacto con nosotros.
Este tipo de jornadas, en cualquiera de nuestros destinos habituales, las enfocamos de una manera más libre. Dando mayor espacio al esparcimiento, con grupos más reducidos, menos contenidos educativos y más contemplativos.
A continuación un texto realizado por personal de APIR (Asociación pro-infancia riojana) después de unas colaboraciones.
Que muchos niños salen de casa por la mañana para ir al colegio en coche o autobús, regresan por la tarde por el mismo medio y a la hora de jugar lo hacen en casa y a menudo con la consola o el ordenador. Los padres llenan sus agendas de actividades para prepararles para el futuro y se preocupan por su seguridad, por tenerlos en ambientes protegidos, que no se mojen, no se ensucien, no les piquen bichos… El resultado son millones de niños que no juegan libremente en el parque o en el campo, que no trepan a los árboles ni construyen chozas con troncos, que no cazan lagartijas ni insectos ni tiran piedras a los charcos para no mancharse. Dicen los expertos que, privados de esas experiencias con la naturaleza, esos niños pierden importantes espacios de desarrollo cognitivo y emocional, pierden capacidad de exploración, de creatividad, de destreza para la convivencia y para la resolución de problemas.
La naturaleza ofrece una cantidad tan elevada de estímulos que el contacto con ella hace que el niño se encuentre en un espacio abierto, con sensación de libertad, con capacidad de moverse libremente, de observar los procesos que ocurren, y eso es fundamental para el desarrollo de sus habilidades de movimiento pero también un estímulo para sus neuronas, para sus emociones y para su aprendizaje; es una experiencia vital que permite al niño sentir y medirse a sí mismo de forma diferente a como lo hace en la ciudad.
Es por ello por lo que durante el pasado mes de Julio y como consecuencia de la realización de la XXIII Colonia Urbana de APIR, se llevó a cabo con la colaboración de MADRESELVA dos actividades relacionadas con el aprendizaje y cuidado del medio ambiente. Se trabajó con un total de 53 menores de edades comprendidas entre los seis y los doce años, para los cuales se organizaron actividades adaptadas a sus capacidades.
Los objetivos planteados a priori eran los siguientes:
Gracias a las actividades realizadas se observó una mejor integración de los menores en un entorno natural, a través de las cuales pudieron tener un contacto más directo con la naturaleza empatizando con ella.